Resulta
difícil resumir lo vivido en la reciente cumbre de Desarrollo Sostenible
de la Organización de Naciones Unidas (Río+20) y en la Cumbre de los Pueblos, paralela a la
oficial. Del 20 al 22 de Junio se dieron cita en Río de Janeiro más de
cincuenta mil personas en la que ha sido, hasta la fecha, la cumbre más
multitudinaria de la historia de la ONU.
Río+20 ha tomado el testigo de Estocolmo ’72 y Río ’92 en la
búsqueda de una fórmula capaz de combinar igualdad social, desarrollo económico
y sostenibilidad medioambiental. El inspirador título de la cumbre, El Futuro que Queremos, busca expresar
la triple inquietud - social, económica y ecológica - que motiva estas cumbres
internacionales.
Jorge
Riechmann afirma que la reflexión de los siglos XIX y XX estuvo marcada por la
“cuestión social”, mientras que en el XXI ha tomado el relevo la “cuestión
eco-social”. La inclusión de la dimensión ecológica en los discursos políticos
y en la larga lista de inquietudes de la sociedad civil no es una simple moda
pasajera, surge de la convicción creciente que muchas cosas “no van
bien” en nuestro mundo, tanto a nivel social, como económico, como
medioambiental. Una convicción que ve con claridad que en el desajuste de
nuestra época ninguno de los problemas de cada esfera puede resolverse sin
tener en cuenta las otras dos.
Con el objetivo de articular ese futuro que queremos –
socialmente justo, económicamente equitativo, ecológicamente sostenible–
delegaciones gubernamentales, ONGs, empresarios, organizaciones de la sociedad
civil y miles de personas a título individual se dieron cita en Río. El
resultado de este enorme esfuerzo colectivo ha resultado, sin embargo, muy
pobre a juicio de la mayoría de participantes.
La falta de concreciones y compromisos institucionales en el
texto aprobado en la cumbre oficial resulta decepcionante (era de esperar un
texto sin grandes compromisos, alertaban muchas voces) y muestra la impotencia
de la clase política para tomar decisiones valientes y aparentemente contrarias
a sus agendas nacionales inmediatas. La ausencia de referencias al control de
armas, el nulo avance en el respeto a los derechos de las mujeres, la
incapacidad de articular mecanismos de suministro de recursos financieros y la
transferencia de tecnología a los países en desarrollo son sólo algunos
elementos de la larga lista de temas ausentes en el “documento final”.
Hemos avanzado mucho en estos últimos dos siglos en la capacidad de análisis de los problemas y en
la formulación de múltiples alternativas viables al actual modelo de
desarrollo. El mayor escollo, sin embargo, consiste en articular una visión
aglutinadora de esas alternativas y en conseguir el compromiso político
necesario para implementar esa visión. En cada una de estas cumbres
internacionales descubrimos que las agendas nacionales tienen - casi siempre -
prioridad respecto a los grandes retos globales: la desigualdad económica, la
pobreza extrema y la degradación medioambiental.
Esta mirada nacional, cortoplacista y miope, se muestra
incapaz de ver la imagen de conjunto y apostar claramente por los Objetivos de
Desarrollo del Milenio para afrontar los graves problemas ecológicos y sociales a los que se enfrenta el planeta. La prioridad de las
agendas nacionales, paradójicamente, minan los propios intereses futuros de
cada nación. Unos intereses que ya no pueden ser desligados de lo que pase en
el resto del mundo y de lo que pase en nuestro hogar, el planeta tierra. En
este barco vamos todos juntos y no podemos dejar de preguntar por el futuro que queremos, el futuro de
todos, planeta incluido.
Pero el deprimente resultado de la cumbre oficial ha contrastado
con la vibrante presencia de la sociedad civil y de sectores del mundo
empresarial en Río. Una presencia que refleja las múltiples iniciativas en
marcha en todo el mundo. Iniciativas que ofrecen motivos para la esperanza en
un mundo más humano; un mundo más justo, mejor repartido y más respetuoso con
el planeta.
Jaime Tatay,
Fundación SIP
(Jaime Tatay fue enviado por la Fundación SIP de Zaragoza,
participando activamente en la cumbre de Río+20 y ayudando en la difusión del
evento por medio de la página www.ecojesuit.com )