El pasado mes de abril, se celebraron en Guernika-Lumo, las 22ª Jornadas de Paz tituladas "Sentido y Tiempo de la Memoria". La Fundación SIP asistió a los tres días de conferencias que contaron con la participación de ponentes tan importantes como JP Lederach, J. Galtung o David Nimes. A continuación, os ofrecemos un pedacito de la conferencia de JP Lederach.
Si queremos crear la paz, debemos usar unas herramientas determinadas,
porque construir la paz es una técnica aprendida pero también un arte, es un
trabajo creativo.
Las ideas del último libro de Lederach giran en torno a dos fuentes para la
curación de traumas y la reconciliación: una que se experimenta sobre el
terreno y otra que es más académica. Algunos teóricos afirman que la reconciliación
es un proceso lineal, pero ello dista mucho de la realidad según Lederach. La
experiencia personal de las víctimas no encaja con las fases lineales que llevan
a la reconciliación y la curación porque en muchas ocasiones son confusas y
carecen de cronología lineal.
El lenguaje es uno de los medios para investigar sobre las experiencias de
las víctimas. Debemos escuchar el lenguaje común, el tono de voz y la variación
del ritmo. Cuando se investiga en estos criterios, lo que se descubre es que el
tono de las víctimas al contar su historia es muy llano, muy poco emotivo, a
pesar de que el contenido sea impactante. Esto es porque no disponemos de un
tono para explicar lo inexplicable: sin emoción las palabras salen de una
manera llana, sin variaciones en el ritmo. Las experiencias de las víctimas van
más allá de la explicación: no se pueden explicar con palabras.
Los sentimientos y el significado también tienen un carácter especial.
Aquellas víctimas que han sufrido una experiencia traumática no saben agregarle
un significado. Se quedan sin palabras y además esa experiencia les priva de la
capacidad de sentir. De ahí que se diga que el camino de la curación pase por el poder
volver a sentir como persona (ejemplos variados en Nepal, Colombia o
Uganda). Los afectados de catástrofes o
guerras suelen decir que no encuentran palabras, como si la experiencia vivida
les hubiera quitado la voz. Por ello, estas personas deben recuperar la voz,
una voz simultánea, íntima, personal, relacional, política y social.
El dilema aparece en lo referente a los niveles del entendimiento de
curación y reconciliación porque no todos los niveles son igualmente efectivos.
Las reconciliaciones entre dos individuos son personales: cada persona responde
y asume los hechos de forma diferente. Los políticos, en cambio, abusan de la
palabra reconciliación. Un ejemplo claro fue George Bush que afirmó después de
bombardear Irak que “hacía falta que los grupos en Irak se reconciliaran y apelaba
a la reconciliación nacional”. Esto es lo mismo que decir que se tienen que
acomodar al enemigo.
Los pueblos que han sufrido una violencia extrema logran retomar sus lazos
(la convivencia) a través de la creación de espacios donde se puedan tener conversaciones
significativas. Los procesos nacionales de reconciliación son simbólicos, no
orgánicos, y muy distantes del pueblo y la sociedad. En estos procesos se
ahonda en las simbologías para
justificar la división pero no la convivencia. De ahí la importancia de
conversaciones significativas, no de acuerdos. Hay que conectar, es necesario
volver a sentir las vibraciones de la voz. La mejor manera de crear ese espacio
es a través del nivel comunitario porque da posibilidad al eco. El eco aumenta
las conversaciones sostenidas, que se toman y retoman sin ningún fin preestablecido.
El cambio social funciona a través de este eco, que asegura la inclusión y la
capacidad de hablar. El nivel nacional, en cambio, no fomenta el eco porque es
demasiado amplio e impersonal. Una conversación entre dos tampoco lo hace.
La idea occidental es que dar vueltas a un tema no lleva a buen puerto.
Pero hay que hacerlo porque así se entiende mejor cómo funcionan los procesos
de reconciliación y curación.
Darle vueltas es ir a lo profundo. La repetición es simplemente abrir un
espacio en el que conversar con significado. En estas conversaciones, muchas
veces, usamos palabras que no sabemos realmente lo que significan. Por eso hay
que darle vueltas, para profundizar en el mundo sin palabras, para experimentar
cómo el sonido cubre los espacios de manera envolvente.
De ahí que el dilema se resuelva, porque entre la idiosincrasia y la
reconciliación nacional existe un nivel medio que se llama la “curación
social”. Esa curación social no tiene mayor fin que darle vueltas a un tema
comunitario. La convivencia renovada se consigue manteniendo conversaciones
significativas, escuchando el sonido y sosteniendo esos espacios.