El pasado viernes 4 de mayo se celebró la última conferencia sobre las
revoluciones árabes. El tema clave fue el análisis del despertar árabe del 2011
visto un año después. Para ello, contamos con la presencia de Haizam Amirah
Fernández, investigador principal del mundo árabe del Real Instituto
Elcano, y María Antonia Martínez-Núñez, profesora y directora del Departamento de Filología
Griega, Estudios Árabes, Lingüística General y Documentación de la Universidad
de Málaga.
En esta segunda entrega, se resumirá la intervención de María Antonia
Martínez-Núñez, que asegura que a pesar del valor innegable que se le debe
conceder a las redes sociales, su papel es relativo, puesto que ninguna
convocatoria tiene éxito si no existe una situación de fondo que le dé un
sentido profundo. Su intervención del viernes día 4 constó de tres puntos
esenciales: el yihadismo, los partidos políticos de inspiración islámica de
corte moderado y el optimismo.
En primer lugar, el yihadismo sufre hoy en día un grave problema de
legitimidad que afecta a los grupos violentos activos, entre ellos Al Qaeda, quizá
el principal referente. Después de estas revoluciones, el yihadismo tiene un
grave problema de comunicación. En primer lugar, su principal razón para
legitimar el uso de la violencia y el terrorismo es el derrocamiento de los regímenes
colaboracionistas con Occidente. Sin embargo, unas protestas pacíficas han
conseguido acercarse más a los objetivos yihadistas a través de manifestaciones
pacíficas que todo el terrorismo y la violencia sufridos desde el principio del
nuevo milenio. Las sociedades árabes, en realidad, nunca han sido partidarias
del terrorismo de Al Qaeda. Un terrorismo del que ellos, además, eran las primeras
víctimas como es el caso en países del Magreb y Sahel y del Iraq post-Sadam.
Por lo tanto, Al Qaeda, entre otros, no
solo se encuentra con un grave problema de legitimidad de sus objetivos y
medios, sino que las sociedades árabes se han dado cuenta de la manipulación
del Islam por parte de estos grupos violentos.
Pese a las opiniones de la prensa internacional, en muchos casos,
sensacionalistas y exageradas, este tipo de islamismo radical es bastante
minoritario y sus acciones violentas han sido condenadas por la sociedad en
general y por la totalidad de los partidos y asociaciones de inspiración
islámica de corte moderado.
En segundo lugar, estamos entrando en un post-islamismo. Esta es una etapa
de normalización de participación política. Parece ser que ahora el islamismo
político es el principal ganador de los comicios electorales, aunque aún queda
mucho por ver. Según los resultados de las elecciones que se han celebrado en
Túnez, Egipto o Marruecos, el islam político parece haber conseguido la mayor
participación. En principio, estas victorias se deben a dos razones lógicas: en
primer lugar, es el apoyo popular mayoritario de los partidos de corte
islamista y asociaciones; en segundo lugar, estos partidos políticos están
mejor organizados que el resto. Lo interesante de toda esta situación es que
las movilizaciones sociales no contaron con líderes políticos y/o ideólogos, lo
que puede facilitar el éxito posterior de las tendencias islamistas moderadas.
Es interesante notar que la capacidad de atracción que ofrecen los partidos
islámicos de corte moderado no se centra únicamente en las creencias religiosas, sino en su acción
social y humanitaria. Hasta hoy, estos partidos ayudaban a los excluidos de los
sistemas dictatoriales y han suplido al Estado en aquellos ámbitos de los que
se había hecho dejación, como por ejemplo, la sanidad, la educación o la
vivienda. De esta manera, los partidos islámicos han estado cerca del pueblo,
ofreciendo las soluciones reales a problemas que los sistemas de corte occidental no han sabido
solventar.
No debemos pensar que el Islam político es algo deleznable y contrario a la
democracia. Igual que en Europa existen democracias cristianas, el Islam
político puede ser una solución tan respetable como cualquier otra, siempre que
los pueblos árabes lo hayan elegido libremente. Es cierto que existen muchas
formas de gobierno dentro de esta corriente de “Islam político”. Lo ideal, sin
embargo, sería seguir el ejemplo del pardito turco Justicia y Desarrollo, de
inspiración islámica, que ha mostrado que sabe conciliar el islam y las
libertades democráticas. Hay que ser optimistas puesto que todos los partidos
que están ganando las elecciones en los países árabes (Marruecos, Túnez o
Egipto) se inspiran en este islamismo turco.
A pesar de todas las dificultades que se han presentado durante estas
revoluciones, y de todas las que se puedan presentar en el futuro, la realidad
es que las manifestaciones y revueltas se han extendido, con mayor o menor
intensidad, a todo el mundo árabe. Esto ha provocado que todos los regímenes
árabes hayan iniciado reformas y procesos de apertura política y
democratización a diferentes niveles, evitando así un mayor levantamiento
social.
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