Durante el mes de diciembre se celebró
el III Foro de Jóvenes de Aragón dedicado a la seguridad internacional en el
globalizado mundo actual. Como ponentes contamos con Claudia Pérez Forniés,
Nerea Vadillo Bengoa y Jesús A. Núñez Villaverde. Éste último, en sus primeros
minutos de intervención afirmó que la seguridad internacional no pasa por un
buen momento. Quizá no sirva de mucho establecer comparaciones con otras épocas
pero está claro que algo falla cuando ocurren cosas como las que vemos continuamente
en los telediarios:
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Un iraní toma varios rehenes en una cafetería
en Australia. Tres personas mueren.
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Un país occidental gasta más del doble de
recursos para combatir el ébola en su territorio, donde se han dado un par de
casos, que en el foco del virus, donde se cuentan por miles.
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Rescatan una patera con solo 28
supervivientes de los 58 ocupantes iniciales cerca de Almería que intentaban
llegar a la península en busca de una vida digna.
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El Estado Islámico (DAESH) distribuye una
guía sobre como tratar a las mujeres en la que las califica de esclavas y
contempla la violencia física y sexual.
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Un informe del Senado norteamericano revela
las torturas a las que fueron sometidos los sospechosos del terrorismo tras el
11-S.
Estas noticias, tan solo algunas de las
acontecidas en la segunda semana de diciembre de 2014, nos permiten hacernos
una idea de la cantidad de noticias terribles que se dan a lo largo de un mes.
Tras el fin de la Guerra Fría el bloque
llamado occidental se quedó sin enemigo sobre el que fijar las miradas. Como es
un recurso cómodo y habitual la búsqueda de un enemigo externo que permita
desviar la atención de los problemas internos, cercanos, no tardaría mucho en
encontrar uno nuevo: el mundo islámico. En los medios de comunicación el
yihadismo, el terrorismo islámico o el Estado
Islámico/ISIS/DAESH -como se le quiera denominar-, se presentan como las
grandes amenazas para la paz y seguridad internacional, mientras que las
muertes por pobreza y desnutrición son, en ocasiones, tratadas como algo
superficial pese a ser en cuantía infinitamente superiores. En el mundo
globalizado de hoy la mayor causa de conflicto es la desigualdad.
Tradicionalmente el mayor riesgo para la paz
lo constituían los conflictos armados convencionales pero hoy existen nuevas
amenazas como el terrorismo, las organizaciones criminales internacionales, las
armas de destrucción masiva, la pobreza, los conflictos culturales, étnicos o
religiosos, las amenazas derivadas del medioambiente y las epidemias. Para luchar
contra estos desafíos “la multilateralidad es una obligación, no una opción”
según Jesús Núñez. Ningún Estado puede enfrentarse por sí solo a estos
problemas, su esfuerzo sería en vano pues no hay fronteras para los riesgos
actuales.
Pero, conviene diferenciar de amenazas y
riesgos, como Javier Jiménez Olmos, organizador del Foro, observa: los
riesgos son la potencialidad de una amenaza, los conflictos surgen cuando los
riesgos no son tratados convenientemente y se convierten en amenazas.
Respecto al desenfoque de la realidad que
antes mencione, ¿no sería más rentable (por lo menos en cuanto a vidas humanas)
destinar más dinero al desarrollo o la educación que a los ejércitos? La
percepción de la amenaza es muy subjetiva, depende de diversos factores como
localización, momento temporal, situación económica, entre otros. El entorno y
los medios de comunicación también tienen un papel clave. Ellos marcan la
agenda y encuadran lo que les interesa, de ahí su gran poder hoy en día. La
razón última de ese desenfoque reside en que somos corresponsables del malestar
e inseguridad de muchos de nuestros semejantes; es decir, es nuestra conducta
la que provoca, en ocasiones, riesgos y amenazas. Pero es más fácil echar la
culpa a otro o camuflar el problema que asumir responsabilidades y cambiar las
reglas del juego.
No
es momento de grandes debates, ni de buscar culpables, ni de desviar la
atención. Conocemos gran parte de nuestros problemas y tenemos medios y
recursos para combatirlos. Es hora de actuar, de buscar soluciones y de cambiar
las reglas. Es imprescindible para ello que las instituciones internacionales,
con Naciones Unidas a la cabeza, den un paso al frente y empiecen a funcionar
como verdaderos gobiernos supranacionales. Igualmente una sociedad civil internacional
que pueda y quiera exigirles.Por Mario Coscolin.
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